Juan Carlos Arias, detective y escritor.
Ser generoso con nuestros congéneres compartiendo nuestra sangre para salvar vidas o mejorar la salud de las que peligran aquí, en España, es un empeño individual escasamente reconocido por las autoridades, aunque su generoso acto salva al día la vida de 375 personas y la conserva en casi 2.000. Los casi 1.000 millones de euros anuales que ahorran los donantes de sangre a la sanidad pública y privada no tienen apenas retorno en sus protagonistas, pues en España sólo es legal la donación de sangre altruista, es decir, no remunerada. Los casi 2.160.000 donantes españoles, voluntarios y desinteresados ciudadanos, cuando alcanzan cierto número de donaciones (25, 50, 75, 100 y 125 normalmente) son premiados con un diploma, placa o medalla en actos donde las autoridades, políticos, dirigentes sanitarios y técnicos de bancos de sangre suelen publicitar tan solidario gesto para aumentar el número de donantes que mantenga las reservas de sangre. Las mismas que, no lo olvidemos, flaquean en navidades, semana santa, verano o ante picos de intervenciones quirúrgicas, trasplantes de órganos, partos, accidentes viales o catástrofes y siniestros donde se multiplican heridos y hemorragias.
Instituido por la OMS, el 14 de Junio de cada año se conmemora el Día Mundial de Donación de Sangre. Se honra al biólogo austriaco Karl Landsteiner (1868-1943) y Premio Nobel por descubrir los grupos sanguíneos. Esa jornada en todo el globo hay actos, cada año con lema distinto, que sensibilizan al ciudadano sobre la importancia de la donación sanguínea para la salud pública y salvar vidas. También hay condecoraciones masivas, maratones de donantes y actos solemnes que reivindican tan insigne acto solidario que posibilita trasfusiones y suficientes hemoderivados para atender las necesidades hospitalarias.
Buscando algún argumento normativo que justifique un extra de implicación de las autoridades españolas para con el donante de sangre sólo encontramos el Decreto 1088/2005 (BOE 20 Septiembre 2005). Esta norma reconoce el deber público y personal de la donación. Pero esa norma apenas detalla que el único privilegio por ser donante se queda en obtener permisos laborales remunerados para el ‘tiempo indispensable’ de donar. En la práctica hablamos de una hora, como máximo.
Expertos multidisciplinares consultados por el firmante creen que los españoles somos extremadamente solidarios ante llamamientos masivos cuando los bancos de sangre agotan reservas o es imperativo encontrar donantes de grupos sanguíneos minoritarios. Recordemos, la sangre no se puede obtener artificialmente. Pero, también los españoles, escurrimos y aplazamos sustentar una regularidad en nuestras donaciones. Ahí encontramos una clave para consolidar el espíritu solidario, cuyo tesón -por ejemplo- nos hace líderes mundiales como en número de donantes y trasplantes de órganos. La más rotunda adversidad que registra la donación de sangre es el miedo silente que tenemos a los pinchazos y las agujas. Parece broma, pero es verdad. Un estudio de OCU (Organización de Consumidores y Usuarios) sitúa en tal circunstancia lo que más ‘echa atrás’ y asusta a potenciales donantes. Pero ese temor es absolutamente infundado. La extracción de sangre no duele. Es, además, inocua y la sangre extraída la regenera el cuerpo humano.
DONAR FUERA DE ESPAÑA
En bastantes países con los que compartimos mercados, moneda y leyes los donantes altruistas tienen privilegios asistenciales, descuentos, ayudas y un largo etcétera. La donación solidaria en los países europeos fluctúa en estadísticas sobre varones y mujeres, edades de los donantes y los grupos sanguíneos más comunes entre quienes regalan ese líquido humano que da vida. No obstante, hay países dentro de la UE que admiten remunerar la donación de sangre.
Tal es el caso de Austria. Los números austriacos le sitúan a la cabeza de donantes europeos por habitante. Pero el dato tiene trampa. El 72% de la sangre extraída en ese país centroeuropeo se recoge en unidades móviles que se sitúan en sus lindes con Hungría, Eslovenia y Eslovaquia. En estos países del antiguo ‘telón de acero’ la necesidad de supervivencia es mayor que en la acomodada república austriaca. El cobrar por donar sangre resuelve muchas urgencias de la supervivencia en países donde la pobreza asciende meteóricamente.
En otros países ex soviéticos, sin embargo, los donantes son voluntarios. En Polonia disfrutan de franquicias fiscales y no pagan por reconocimientos médicos de la sanidad pública. Tales incentivos fomentan la donación sanguínea en un país que se acerca a los números austriacos en cuanto a donante/país, que los expertos sitúan en el 5% de la población.
En países extracomunitarios encontramos algunos privilegios al donante de sangre de los que carecemos en España. En Rusia, por ejemplo, les invitan a una comida, les pagan el transporte de ida y vuelta al banco de sangre, tienen descuentos del 50% para prótesis o compra de fármacos y prioridad para acceder a viviendas públicas. En otros países del Este europeo y asiáticos los donantes son considerados ‘ciudadanos ejemplares’, los reverencian autoridades y son atendidos prioritariamente por los profesionales sanitarios.
Colombia, Argentina y Brasil tienen óptimos números de donaciones que alcanza al 1,5% de su población. Pero parte de los donantes lo hacen bajo remuneración considerándose que la regularidad con la que además se dona es muy baja. La tradición popular de donar sangre se reducía, hasta hace muy poco, a transfundirla a algún familiar enfermo, accidentado o parturienta. El sincretismo religioso entre creencias nativas, africanas y católicas europeas que impera en gran parte de los países latinoamericanos creó demonios donde sólo se visualiza solidaridad humana entre congéneres.
En Chile encontramos la entrañable iniciativa de ‘Casa del Donante’. Son centros ubicados dentro de complejos hospitalarios donde los voluntarios reciben atención previa y posterior a la donación, les hacen chequeos gratuitos y actos solidarios con frecuencia. El maridaje entre donantes, sanitarios y autoridades que fomentan la solidaridad humana es patente en aquel país hermano.
Pero en Latinoamérica llama la atención el caso cubano. En la zona de Santiago y Matanzas son las que más destacan por su solidario aporte. Y es plausible que la sanidad del país caribeño conceda a los donantes determinados privilegios asistenciales sanitarios de los que carecen sus homólogos en otros países de su entorno.
En nuestras antípodas, Nueva Zelanda, al donante seleccionado le costean un chequeo médico completo, le sufragan comida y alojamiento en el centro de donación. En Corea del Sur cada donación equivale a convalidar 5 horas de voluntariado, descuentos fiscales y un reconocimiento social relevante. Las antiguas repúblicas soviéticas de Asia ya conceden a los donantes la importancia que merecen con regalos y premios para vencer los recelos que entre musulmanes sunníes (mayoritarios en la zona) aún recela donar sangre por razones religiosas y leyendas sobre deidades que perdían el poder guerrero al desangrarse.
SOMOS DIFERENTES
Aquí, en España, nada de eso. Como rezaba aquel eslogan que pretendía atraer turismo en los sesenta ‘Spain is different’. Las extracciones colectivas fuera de los bancos de sangre suponen casi un 70 por ciento. El voluntariado de colectivos ‘no gubernamentales’ (ONGs) que fomentan la donación sanguínea suele ser respetado por las autoridades aunque es innegable el protagonismo popular que detentan ante los ojos del ciudadano, cuya relevancia pública se alcanza cuando donantes ‘famosos’ hacen apostolado de su solidaridad .
Vemos, pues, que los poderes públicos se acercan a éste fenómeno solidario buscando cercanía, quizá respeto del contribuyente y mostrar su mejor cara ante una ciudadanía que también vota cuando tocan elecciones.
Normalmente los representantes de los poderes públicos españoles otorgan reconocimiento oficial vía medalla o diploma a quienes les resuelven una carencia, los hemoderivados, que ahorran cientos de millones de euros a las arcas públicas evitando más importaciones de hemoderivados.
Debe recalcarse que por donaciones de sangre somos autosuficientes los españoles, pero no es así en plasma. También debemos señalar que los hospitales cerrarían sus puertas al cesar toda actividad quirúrgica si no dispusieran de suficientes reservas de sangre, especialmente de los grupos más demandados. La sangre total donada y sus derivados se reparte de la siguiente manera: oncología 24%, partos 10%, intervenciones quirúrgicas 23%, trasplantes 12% y atender patologías sanguíneas 31%. Los donantes mayoritariamente lo son de los grupos A+ y O+ en un 71%; el resto se los reparten grupos de escasa presencia en la población (O-, A-, B+/- y AB+/-) además en las estadísticas encontramos un 55% de donantes varones y el 45% de mujeres.
Antonio Machado, el inolvidable escritor sevillano, ya insinuó en sus reflexiones que la solidaridad tapa vergüenzas personales y que, ante importantes retos, no se puede ser neutral. El acto de ofrecer su brazo el donante le convierte al donante en mejor persona al regalar vida a quien le flaquea o debe mejorarla su maltrecha salud. Va llegando la hora de fomentar y privilegiar al donante desde los despachos del poder para que el orgullo y el compromiso social de regalar vidas a cambio de nada constituyan algo más que un gesto hacia el prójimo.
NEGOCIOS DE COLOR ROJO
La sangre es una de las más poderosas armas en una guerra sorda cuyas trincheras se reparten ejércitos poderosos (chino, ruso, norteamericano, iraní, norcoreano, OTAN, hindú…). Todos investigan armas químicas e inmunizar al cuerpo humano ante ataques nucleares y biológicos.
Wikileaks desveló, por ejemplo, cables en los que diplomáticos norteamericanos destacados en España se interesaban por Grifols, el estrecho gibraltareño y el gasoducto hispano-argelino. Este laboratorio catalán está en los 5 continentes, paga –espléndidamente- las donaciones de sangre en USA, investiga hemoderivados y comercializa inmoglobulina intravenosa, vital para inmunodeficientes. Esto parece que es un negocio con tintes rojos pues el presidente de este laboratorio se ofreció a remediar el paro español pagando a los desempleados por donaciones semanales. Obviamente, la propuesta fue rechazada por las autoridades. Es prioritaria la salud pública sobre el negocio privado.
Lo contrario al mercadeo sanguíneo lo encontramos en la Asociación Sevillana da Donantes de Sangre, Órganos y Tejidos (ADSTOS). Su directiva alienta el civismo en barrios y distritos municipales donde premia a grandes donantes masculinos y femeninos, colabora en maratones o donaciones en el centro de trasfusiones y unidades móviles. En 2015 recibió la Medalla de Oro de Sevilla del Alcalde de la ciudad y la bandera andaluza del delegado de la Junta. Servir al prójimo, como vemos, no es cosa de proyectar egos o codicias, es algo anónimo que quien lo hace no espera nada a cambio. Hablamos de una forma de entender la vida y la vocación de servicio a la sociedad a la que debemos nuestra convivencia y bienestar.